domingo, mayo 15, 2011

Eliminar archivos bloqueados en la papelera de MAC

Sugerencias avanzadas sobre la eliminación de archivos bloqueados

Si hay varios archivos bloqueados en la Papelera, puedes desbloquearlos todos de una vez desde la línea de comandos. Sigue estos pasos:

Abre Terminal. Se encuentra en /Aplicaciones/Utilidades.

Escribe: chflags -R nouchg

Nota: añade un espacio (no se muestra) tras nouchg en la línea de comandos, de forma que termine en "nouchg ". No pulses Retorno aún.

Haz doble clic en el icono de la Papelera en el Dock para mostrar los contenidos de la misma. Si es necesario, coloca la ventana del Finder de modo que se siga viendo una parte de la ventana Terminal.
Pulsa Comando + A para seleccionar todos los archivos de la Papelera.
Arrastra los archivos desde la Papelera hasta la ventana Terminal.
Nota: esto introducirá automáticamente las rutas de los archivos. Así te libras de la necesidad de vaciar varios directorios Papelera de forma individual, algo muy útil sobre todo cuando existen varios discos o volúmenes.
Pulsa la tecla Retorno. No aparecerá ningún mensaje de texto indicando que la operación ha tenido éxito.
Vacía la Papelera.
Si la Papelera no se vacía o si ves un mensaje en Terminal que dice "usage: chflags [-R [-H | -L | -P]] flags file...", lo más probable es que no escribieras el texto del paso 2 como se indica o que no dejaras el espacio al final. Repite los pasos si ocurre esto.


http://support.apple.com/kb/HT1526?viewlocale=es_ES&locale=es_ES

domingo, diciembre 19, 2010

El mismo dopaje, menor tolerancia

La reacción de la sociedad y del propio deporte a la Operación Galgo muestra el cambio ético ante las sustancias prohibidas - La idea de que el deportista es una marioneta es contestada

"No siento remordimientos de conciencia por nada de lo que he hecho. He vivido lo que tenía que vivir, he hecho lo que tenía que hacer. Caí en el dopaje porque así era el sistema. Era así y así es. Pero tampoco querría tener 21 años ahora e intentar hacer toda mi carrera limpia". Así habla un deportista profesional español de más de 30 años.

Habla del sistema y habla también de la moral, la ética de geometría variable, de su deporte, de los deportistas, del sistema. "Cada uno, cada deportista, cada técnico, cada patrón, tiene su nivel ético. Nunca ha sido igual para cada persona, cada uno viene de una cultura, ni en todos los tiempos. Ahora se ve mal lo que antes era perfectamente normal, por ejemplo", continúa. "Así que la única referencia de actuación es la que marca el reglamento antidopaje. Es la línea de lo que está bien y lo que está mal, así que si uno no da positivo, no hace nada mal. Además, creo que el reglamento antidopaje está establecido por tres motivos: para cuidar la salud del deportista, en lo que no creo; como negocio por parte de los organismos antidopaje, que me da igual, y para que los malos no ganen a los buenos, que no se puedan alterar los resultados, para que no salgan perjudicados los que más y mejor trabajan. Esta es la única justificación que vale para mí".

Quizás este deportista represente el pensamiento antiguo, una filosofía que, dicen, se ha quedado en el siglo pasado. En la época en la que el pensamiento mayoritario del pelotón ciclista, por ejemplo, lo refleja este corredor anónimo australiano: "¿Cómo puedes pensar en ir a una cacería sin una escopeta? ¿Y por qué ir al Tour de Francia con un hematocrito de 42 cuando sabes que los demás andan por 55? Es como decir: OK, vamos al duelo de OK Corral, y yo iré armado con una pistola de agua. Sé que voy a morir".

El poder moderno, nos enseña Giorgio Agamben, no es solo gobierno, sino que sigue teniendo necesidad de la gloria, y por eso todos los aspectos litúrgicos, ceremoniales y aclamatorios mantienen, en nuevas formas, su vigencia incluso en los tiempos actuales, en los que el capitalismo, en su forma última, se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos.

No habla directamente de deporte -de los Juegos Olímpicos, o de los Mundiales, los grandes espectáculos en los que los Estados encuentran ahora la gloria- en su discurso el filósofo romano, pero seguramente le vendrán al pelo para todos aquellos deportistas que justifican su elección personal -¿doparse o no doparse?- en la inevitabilidad determinada por las presiones de un sistema, un business, una organización deportiva -patrones, directores tras el volante, entrenadores, prensa- que exige éxito y gloria en cada momento y en el que ellos, los deportistas, no son sino víctimas, marionetas.

El objetivo de los centros de alto rendimiento inventados en los países de la vieja Europa a imitación democrática de las escuelas de deporte de los países del Este para organizar el dopaje de Estado no es otro que el de fabricar medallas. Los deportistas, como si fueran coches de hermosa mecánica, se ponen en manos de los fisiólogos del ejercicio, los nuevos sacerdotes, que como mecánicos les ajustan y regulan para obtener el máximo rendimiento. Por cualquier medio. Eufemiano Fuentes, médico formado en las artes de la preparación biológica en la Checoslovaquia y la Alemania del Este de los años 80, e implicados ahora en la Operación Galgo, serían los representantes actuales de ese sacerdocio.

Así se justifica, por ejemplo, la caída de Marta Domínguez, imputada en la trama y a quien la Guardia Civil atribuye una de las bolsas de sangre encontradas a Eufemiano en 2006.

Sorprendentemente, o no, el apoyo popular del que gozaron algunos de los ídolos del deporte español acusados en su momento de dopaje -recuerden cuando a Perico Delgado le quisieron quitar el Tour de Francia, hace no tanto, en 1988- no lo ha disfrutado la palentina, que solo ha contado con la simpatía de sus vecinos.

"Esto es porque los tiempos están cambiando, han cambiado", dice Mikel Zabala, un profesor de la universidad de Granada que ha puesto en marcha en la federación de ciclismo, el deporte que, quizás, junto al atletismo, más identifica la sociedad con el dopaje, el programa Prevenir para ganar. "Han cambiado a golpe de operación policial. Ha cambiado lo que piensa la sociedad de los dopados y ha cambiado lo que piensan los propios deportistas. Pero, paradójicamente, dada la popularidad de los últimos ciclistas con problemas, el pelotón está mejor que nunca, pero se habla de dopaje más que nunca".

"Se ha notado el cambio", dice el deportista, anónimo, que no reniega de su pasado, del pasado. "Se ha notado sobre todo en Europa, los deportistas jóvenes son más críticos con el doping, jóvenes con otra cultura, otra base".

Para Zabala, que también imparte la asignatura de Ética a futuros directores ciclistas, "ha habido más de un saboteador al volante" (directores deportivos), pero ahora se trabaja "en la buena línea". "Y ha cambiado también la actitud de los patrocinadores que, quizás por miedo a la mala imagen, han empezado a preocuparse por la imagen y ya no miran hacia otro lado, como antes, y están de acuerdo en que hay que recalcular el papel del médico en el equipo", dice Zabala. "Y en los cuestionarios que hago rellenar a los aspirantes a director y en lo que les hago hablar públicamente veo que se habla ya del dopaje de una manera distinta".

"El mensaje que legitimaba el dopaje, transmitido de padres a hijos, de unos a otros, era que el que no lo hacía era tonto. Ese era el discurso. Ahora son cada vez más críticos", dice Zabala, quien echa de menos, sin embargo, "más compromiso en el pelotón profesional. "Hay gente, como Joseba Beloki, que quiere mirar hacia adelante, pero sin temor a mirar atrás, a asumir los errores".

Quizás deban aprender los demás deportistas de la reacción de la mayoría de los atletas ante la Operación Galgo, aplaudiendo en un manifiesto a la Guardia Civil y pidiendo que se sancione a los culpables. Es el comienzo de la aplicación del castigo de la exclusión social. Los limpios estaban hasta ahora acogotados, callados por la ley del silencio impuesta por los tramposos. "Y tienen razón los atletas", dice Zabala. "La exclusión social es quizás el peor castigo que pueda recibir un deportista. Que los suyos le miren mal, no lo acepten, es peor incluso que una suspensión".

lunes, julio 19, 2010

lunes, junio 14, 2010

Israel , de perfil y de frente

Escrito por Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid

Visto en EL PAIS

Soy un amigo sincero del pueblo judío y del Estado de Israel. Desde mis responsabilidades como presidente de la Comunidad de Madrid y alcalde de la capital de España he dado públicas muestras de ese sentimiento, propiciando una aproximación al mundo hebreo intensa y leal. Así, desde 2000, la Asamblea regional celebra anualmente un acto en recuerdo del Holocausto. Diversos monumentos han sido inaugurados en los últimos años con el nombre de israelíes ilustres. Otros aluden a la herencia judía de Madrid. En 2009 participé en las celebraciones de Janucá y Rosh Hashaná. Y hace unos meses tuve el honor de pronunciar en Jerusalén la conferencia que acompaña la entrega de los premios de la Fundación Toledano, el Nobel del universo sefardí y las relaciones hispano-israelíes. Creo, en fin, que estas credenciales me permiten hablar no solo con algún conocimiento de causa, sino también desde la ausencia de prejuicios. Si bien debo aclarar que esta actitud no responde solo a una convicción personal. Obedece también al deber institucional de representar a una sociedad intercultural como la madrileña, que, pese a episodios aislados al calor de los últimos acontecimientos, aprecia la aportación hebraica a nuestra ciudad y a la tradición judeocristiana de la que procedemos.

Mi amistad, pues, es manifiesta. Y por amistad suelo atenerme al viejo adagio que recomienda que, si tu amigo es tuerto -es decir, si tiene algún defecto-, le mires de perfil. El problema surge cuando tu amigo termina perdiendo la vista en los dos ojos. Entonces, si se le aprecia, no cabe observarle de soslayo, y tampoco es momento de abandonarle. No queda más remedio que mirarle de frente y hablar, no para hacerte notar, sino para advertirle de que, aunque no ve, puedes orientarle un poco. Modestamente, eso hago hoy, a propósito del asalto a la flota internacional que se dirigía hacia Gaza.Israel debe compartir Jerusalén, debe acabar con el muro, debe desmantelar las colonias

Lo diré con palabras de David Grossman: "No hay explicación que pueda justificar el crimen que se ha cometido, y no existe excusa alguna para las (...) acciones del Gobierno y el Ejército". No la hay porque no es admisible que, entre un puñado de civiles que defienden sus embarcaciones en aguas internacionales con palos y armas blancas, y un comando militar que sin jurisdicción alguna les aborda y les responde con fuego, las víctimas sean, como insinúa Israel, los propios asaltantes, por más que la recepción no fuera amistosa. Por muy desorientados que los tripulantes puedan estar en sus tomas de postura política, y por muy evidente que fuera la trampa en términos de imagen pública para Israel, esa arbitrariedad bastaría para desautorizar una acción tan torpe como desproporcionada. Porque además se ha superado una línea sagrada: el respeto a la vida humana. Con independencia de que las víctimas fueran cooperantes o propagandistas, nadie puede arrogarse el inexistente derecho a darles muerte por haber intentado no ya cruzar una frontera, sino burlar un bloqueo ilegal. No en un país democrático.

El Estado que debe su existencia al espaldarazo jurídico de las Naciones Unidas con frecuencia desoye hoy sus resoluciones. Se trata de una contradicción que esconde además un peligroso error de cálculo. Israel confía en su determinación de sobrevivir como baza principal para lograrlo. Es una seña de identidad grabada a fuego desde Auschwitz. Pero la magnitud de los peligros que debe afrontar es fabulosa. No podrá superarlos solo. Aún hoy sigue rodeado de enemigos de los que no se sabe si es peor su hostilidad o su paciencia. No son pocos los árabes que conciben a su vecino judío como un cuerpo extraño que será extirpado como un día lo fue el reino cristiano de Jerusalén. No tienen prisa: la demografía juega en su favor, así como su concepción geológica del tiempo. La escalada nuclear de Irán no hace sino incrementar la tensión. Y en esta tesitura, cuando más debería Israel buscar apoyos, más se encapsula en su propio miedo, actúa irreflexivamente, pierde a Turquía como único aliado en el área, irrita a Estados Unidos casi tanto como a la Unión Europea, y sucumbe, en fin, a unsíndrome de Masada que solo admite la inmolación colectiva como única escapatoria a este callejón sin salida. Así fue tras la guerra de 1967, un fulgurante éxito militar cuyas consecuencias se han convertido en un fracaso político. Y así ha sido también las dos últimas décadas, que son las de la oportunidad perdida para un maltrecho proceso de paz que, surgido de las conversaciones de Oslo y la Conferencia de Madrid -y malogrado, digámoslo todo, con la colaboración de Arafat-, solo ha servido para enconar aún más el conflicto favoreciendo la hegemonía de Hamás.

Duele ver al Estado de Israel, creado por los supervivientes del peor genocidio de la historia, convertido en una potencia ocupante. Pero duele aún más comprobar la evolución de la sociedad israelí, crecientemente escorada hacia posiciones de fuerza en las que la distinción entre derecha e izquierda es casi irrelevante. Hoy apenas se escuchan las voces de la moderación en aquel país. El peso en la opinión pública de Amos Oz o el propio Grossman es irrelevante. Las noticias en la prensa hebrea sobre una guerra inminente son diarias. Y el temor -tan fundado como mal afrontado- de que pueden ser borrados del mapa cala a fondo. Israel se siente víctima y olvida lo que hace en los territorios ocupados. Es esa la ceguera que nos obliga a sus amigos a mirarle de frente y hablarle. Tanto más por cuanto que la violencia se propaga por misteriosos cauces subterráneos, y empieza a afectarnos también a nosotros. La brutal agresión a tres empresarios israelíes en la Universidad Autónoma de Madrid o la intolerable exclusión de la delegación hebrea en la marcha del Orgullo Gay tal vez no obedezcan a un antisemitismo histórico. Pero bien podría degenerar en él. No puede descartarse que un empeoramiento de la situación en Oriente Próximo reavive los peores demonios del pasado europeo, reavivando un problema que constituye la mayor vergüenza histórica de este continente.

La solución no es sencilla. De hecho, es la más difícil: consiste en deshacer todos los errores cometidos. El primero, haber abortado el incipiente reconocimiento del otro que había empezado a producirse. Es preciso que la sociedad hebrea renuncie a la idea según la cual el pueblo palestino no existe. Está ahí, y deberá reconocerse no solo su sufrimiento presente, sino también el histórico, el de la Nakba. Otro tanto cabe decir de la diversidad religiosa, étnica y cultural del propio Estado de Israel, incluyendo a su minoría árabe, para lo cual hay que asumir la advertencia de lord Acton: ningún Estado puede fundarse sobre una única fe. Después, no queda otro camino que reconocer el Estado palestino y asegurar su viabilidad como garantía de estabilidad en la zona. Naturalmente, esto último es lo más complejo, pues requiere importantes cesiones: admitir la capitalidad compartida de Jerusalén, congelar o desmantelar las colonias y acabar con ese muro que cruza Palestina como una nueva cicatriz en la conciencia del recién nacido siglo. Lo mismo cabe decir de los palestinos y los árabes en general: han cometido tantos errores desde el primer día de la existencia de Israel que tienen que rectificarlos cuanto antes. Para empezar, el que durante decenios ha buscado su eliminación.

La creación del Estado de Israel es una de las epopeyas más emocionantes de todo el siglo XX. La resurrección de un pueblo que estuvo al borde del exterminio en una tierra tan áspera como la que hoy habita asombra todavía. Sus logros tecnológicos son impresionantes; su contribución científica y académica, admirable. Y con todos sus defectos, y pese a su carácter pretoriano, es la única sociedad abierta de la zona digna de tal nombre. Por eso, y por la sombra de la Shoá, es evidente que su creación en 1948 pudo suponer un nuevo comienzo, con todo el potencial que proporciona la experiencia para evitar los errores del pasado -los propios y los ajenos- y fundar en su lugar una realidad distinta y mejor. Hannah Arendt construyó toda una obra alrededor de esta idea de la natalidad como promesa: si el mundo ha sido un infierno, es el momento de volver a vivirlo como esperanza. Otras naciones pueden fracasar en la convivencia y el respeto a los Derechos Humanos. Israel no. Representa un hermoso experimento cuyo éxito nos concierne a todos. Y aunque mi amigo tenga nublada la vista, yo creo en la vigencia de ese proyecto, que pienso que aún puede convertirse en realidad.

Alberto Ruiz-Gallardón es alcalde de Madrid.

jueves, mayo 27, 2010

sensatez

Visto en comentarios de facebook:
"No compares las cruces católicas con el burka. Es como si yo fuera vestida con un capuchón morado de Procesión de Semana Santa en la cabeza por la calle. No nos queramos hacer los guais con las minorías. El burka es una aberración para las mujeres y mi me ofende que una mujer lo lleve en mi país, con lo que nos ha costado ser libres"

lunes, marzo 29, 2010

La pulsera mágica

La pulsera mágica

A finales de los 80 hicieron furor en España unas pulseras magnéticas que aliviaban cualquier tipo de dolor. Lo extraño es que, aunque se vendieron millones de unidades, a día de hoy ya no las lleve nadie, ¿por qué dejaron de funcionar? Quizás la respuesta tenga relación con sentencias como la que en 2006 obligó a una de las principales empresas fabricantes a reembolsar el dinero a más de 100.000 clientes, pues la joya no tenía las propiedades terapéuticas que publicitaba.

Como la memoria es muy corta y el ingenio muy largo, recientemente estamos viviendo un remake de lo mismo. Esta vez las pulseras no son magnéticas sino que vienen con hologramas, y en lugar de aliviar el dolor le ayudan a mantener su equilibrio. Copio lo que nos dicen de ellas:

“POWER BALANCE, a parte de una pulsera perfecta para todo tipo de deportes, es un producto que ayuda al sistema nervioso mejorando equilibrio, fuerza y elasticidad entre otras propiedades. A priori puede parecer increíble pero es así, funciona en el 100% de las personas que lo han probado. No hay sugestión ni resultados leves, simplemente un increíble aumento de todas estas propiedades…”

Si usted oyese esto en la Teletienda no tardaría ni dos segundos en cambiar de canal. Pero claro, si uno ve que científicos como Guti, Pablo Motos oLeire Pajín la llevan, entonces… ¡quién no se la compraría! Como yo suelo ser más escéptico que crédulo, me acerqué a una tienda especializada para probarla. Por eso, si quiere ahorrarse el viaje, yo le resumo lo que le dirían.

Lo primero que harán será darle argumentos de peso del tipo: “llevamos más de mil unidades vendidas” o “algo tendrá cuando vale 35 euros”. Aun así, coméntele que quiere probarla pues no acaba de creerse que funciona. La típica respuesta será: “pues está prohibida en muchos deportes”. Esto último es mentira, no hay actualmente ninguna federación que haya prohibido el uso de la pulsera. Por eso, si le mienten para venderle algo, empiece a sospechar… Pero sigamos.

La prueba definitiva y concluyente consiste en que le ponen con los pies juntos y los brazos en cruz, entonces le empujan un brazo hacia abajo y… el brazo baja. A continuación le colocan a usted la pulsera, le empujan el brazo y… ¡NO BAJA! Yo me hubiese comprado la pulsera de inmediato, pero me di cuenta de que la primera vez te empujan y la segunda te golpean, es tan sutil que al principio uno no se da cuenta. Lo probé en casa con un amigo al que, en lugar de pulsera mágica, le puse un tenedor en la mano yfuncionó igualmente.

El resto de pruebas son igual de fiables: usted debe realizar ejercicios de elasticidad sin pulsera y después con pulsera, evidentemente cuanto más estira uno más elasticidad tiene, no sé si me comprenden. A mí, de las cuatro pruebas de elasticidad no me funcionó ninguna, pero es que yo soy muy flexible, se excusaron.

Si usted ya va sospechando que la pulsera no hace nada, pregúntele a cualquier vendedor cómo funciona y descubrirá lo que es hablar sin decir nada. Según la empresa funciona gracias a un holograma de MYLAR, pero no le dicen que el MYLAR simplemente es politereftalato de etileno, una lámina de plástico que refleja el 99% de la luz directa. Se vende por metros y su precio es de 2,40 €/m.

Entonces es cuando usted debería preguntar cómo es que una pulsera de silicona con un holograma cuyo precio no sobrepasará los 0,10 €, vale casi 35 €. La respuesta es fácil, si costase 6 € no la compraría nadie.

Pero si aun después de todo esto usted insiste en comprársela porque a su amigo le funciona, evidentemente está en su derecho, pues en estos tiempos de crisis, ¿qué son 35 euros si a partir de ahora va a tener más equilibrio, fuerza y elasticidad que los del Circo del Sol?

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P.D.: Lo curioso de todo esto es que en internet no hay ni una sola página -ni siquiera la del fabricante- que explique claramente cómo funciona la pulsera, en cambio hay decenas de lugares donde explica por qué no puede funcionar:

P.D.2: Si usted quiere forrarse en tiempos de crisis, fabrique unos pendientes de plástico, diga que equilibran las emociones, regáleselos a unos cuantos famosetes de la tele -si incluye a la Belén Esteban se forra- para que los luzcan y en lugar de ponerle un precio de 10 euros, póngalos a 60. Éxito asegurado, oiga.

Les pido disculpas por lo extenso de este post, pero es que en estos tiempos de precariedades económicas, no me parece justo que se quieran aprovechar de la gente. Por eso si creen que este artículo puede servir de ayuda a alguien, pueden copiarlo, enviarlo o o difundirlo… Es gratis.


Visto en Tercera Opinión

miércoles, marzo 24, 2010

El blanco que durante un instante fue negro

Serí a en los Juegos Olí mpicos de México’68 donde se darí a a conocer mundialmente. Al principio, los deportistas americanos de raza negra pensaron boicotear los Juegos, pero decidieron participar y utilizar los Juegos para reivindicar sus derechos (era el mejor escaparate). El 16 de octubre se celebró la final de los 200 metros lisos. Tras una de las mejores carreras de la historia de los Juegos, ganaba el americano Tommie Smith (19.83), segundo el australinano Peter Norman (20.06) y tercero el también americano John Carlos (20.10). El momento esperado por el Black Power habí a llegado, Tommie y John salieron a recoger las medallas descalzos, con calcetines negros, Â y alzaron su puño envuelto en un guante negro mientras comenzaba a sonar el himno estadounidense (John levantó el puño izquierdo porque se habí a olvidado sus guantes y se puso el de la mano izquierda de Tommie, parece ser que la idea se la dio el australiano). Peter Norman, como muestra de apoyo, lució el emblema del Black Power en su chándal...