viernes, noviembre 28, 2008

HIMYM

Eres un cretino!!!no, soy un visionario!!

Stinson!

Mobuzz, Dans y la Economía de la Cancamusa

Esto ya es blanco y en botella. La web 2.0 es un circo y Enrique Dans el bombero torero. Lo llevo sosteniendo no sé cuanto ya, lo que me ha valido no pocas críticas; ídem por mis más que fundadas sospechas sobre FON y recientemente por ironizar acerca del cierre de Mobuzz. Que si algunos sólo sabemos criticar, que si somos unos hijos de puta con mucho tiempo libre a los que habría que coser la cara a bofetadas, que si España es el país de la envidia.

Esto de la envidia del éxito ajeno es la carta de órdago de todos los charlatanes sin excepción. Además es un argumento falaz que constituye en sí mismo un farol del ocho y medio: a cualquier cosa le llaman éxito.

En 1977, Larry Ellison fundó Oracle con 2000 dólares de su propio bolsillo (no encontraba financiación para su idea, nadie apostaba por aquello del modelo relacional). Hoy es una de las 10 personas más ricas del planeta y su empresa paga las nóminas de 80.000 empleados en todo el mundo: esto es éxito. En 2004, Anil de Mello fundó Mobuzz.tv y cuatro años después, tras fundirse cientos de miles de euros, se declara insolvente y deja en la calle a 14 empleados que han trabajado unas semanas sin cobrar: esto es una etiqueta de anís del mono. Y no, no nos da ninguna envidia.

Ahora llegan el llanto plañidero y el mear fuera del tiesto. Cuando íbamos al colegio ya aprendíamos a atribuirnos los meritos (“he aprobado”) y culpar a otros de los fracasos (“me han suspendido”). De igual forma, si nuestra empresa triunfa es porque semos los mejores, pero si fracasa, la culpa es de los otros: de España, ese país de envidiosos en el que no se apoyan las iniciativas privadas y donde todo el mundo está deseando verte fracasar. Pues nada, señores: los que tan a disgusto estén en este país donde no pueden emprender como dios manda, que hagan el petate y se vayan a Silicon Valley. Yo el día que concluí que las circunstancias me eran desfavorables cogí un avión, y hasta hoy. Es bien fácil. Pero que se vayan ya. Mañana, vamos. Que dejen de derramar  su bilis reaccionaria, que ya tenemos bastante con un Jiménez Losantos.

En España nos encanta el éxito, el propio y el ajeno. Faltaría más. Lo que no nos gusta tanto es el cantamañanismo. España es un país con una larga historia de orgullo obrero; aquí sabemos que la riqueza sale de la tierra y el sudor. No atamos los perros con longaniza, no somos un imperio de economía piramidal con tanques allí donde hay petróleo cuya población civil pueda ni quiera permitirse el lujo de vivir alienada pensando que es más guapa y más lista. Aquí la mayoría sudamos hasta el último céntimo de nuestras hipotecas y sabemos lo que vale un peine y lo que cuesta ganar el pan de nuestros hijos. Aquí sabemos que el dinero no sale de debajo de las piedras si no es con mucha paciencia y un arado, y que, tarde o temprano, los excesos de unos los tendremos que pagar todos. Consideramos inmoral vivir del aire, y no nos fiamos de los charlatanes que pretenden que invirtamos nuestra pasta en negocios basados en la economía de la cancamusa.

¿Qué es la cancamusa? La cancamusa es eso que es más complicado de lo que parece, eso que ni usted ni yo sabemos porque no somos expertos en nueva economía; la cancamusa es eso en lo que se basan los discursos inspiradores, son esos datos que manejan los expertos y que resultan incomprensibles a los mortales. Esas cuentas internas, esa carta sin levantar que permite al jugador de póker ir de farol. La cancamusa es esa nube en la que flotan los gurús muy por encima de usted y yo. Por ejemplo, cuando alguien criticaba el modelo de negocio de Mobuzz en el blog de Enrique Dans y él contestaba indignado: “te equivocas, porque no tienes los datos, y yo sí los tengo […] he visto los costes, los he evaluado yo mismo, he revisado las proyecciones, y SÍ es rentable”, eso es cancamusa. Luego, una vez Mobuzz pegó el batacazo y Dans dice que “la crisis, el retraso de varias campañas, y una inoportuna remodelación forzada de la estructura de financiación han dejado a la empresa en una situación complicada [...] una mala combinación de factores ocurridos en el peor momento”, eso es cancamusa. Cuando Mobuzz pide donaciones y se levanta 32000 euritos y todo vuelve a ser de oro, Enrique Dans dice que “se publicarán las cuentas enteritas online [...] un ejercicio de transparencia y para callar la boca a algunas críticas completamente injustificadas, y a ver a cuántos de los que hoy veo afilándose los colmillos y criticando en base a clichés injustificados veo venir después a pedir disculpas por haberse equivocado”. Eso es cancamusa. Cuando uno se defiende de la crítica con un “aquí lo que hay es mucho envidioso y mucho hijo de puta con tiempo libre”, eso ya no es cancamusa; es ser gilipollas. Pero esa es otra historia.

La cancamusa es la razón por la que los pisos nunca bajan, los sellos se revalorizan un 400% al año y el crecimiento exponencial es perpetuo. La cancamusa es esa parte de la ecuación que cuando se elimina, uno lo ve claro y concluye: “cojones, esto es un timo”.  De la RAE: “Cancamusa: 1.  f. coloq. desus. Dicho o hecho con que se pretende desorientar a alguien para que no advierta el engaño de que va a ser objeto”. Y resulta que en este país, muy en particular los que tenemos más de treinta y nos dedicamos a las tecnologías de la información, otrora “la informática”, de cancamusa sabemos un rato. El que más el que menos lleva ya a sus espaldas la crisis de las puntocom y varios otros fiascos. Hemos aprendido a separar la cancamusa del grano y ya no nos la meten doblada. Nos sabemos de pe a pa el workflow de una tormenta de mierda.

La cosa es siempre igual: Fulanito tiene una visión (normalmente se ve a sí mismo dando la vuelta al mundo en yate con una bailarina rusa), Fulanito le levanta X millones a algún inversor o al banco, Fulanito funda su startup y contrata a unos cuantos individuos. Entonces empiezan a fundirse alegremente la pasta. El sentido común aconsejaría ser cuidadosos con el gasto mientras la empresa no obtenga beneficios; si se acaba la inversión se acaba la startup. Pero no: se compran trajes, iPhones, Blackberries, se cambia de coche, se organizan fiestas y presentaciones, se asiste a todos los saraos y se proclama a los cuatro vientos que la startup es ya hoy un gran éxito. Se alquilan oficinas en el sitio más pijo posible y se vive de puta madre mientras dura la sopa boba en el banco. Se trata de aparentar éxito y de generar la mayor cantidad de cancamusa posible hasta poder vender la empresa a algún pardillo que luego descubrirá que aquello no vale ni su peso en sellos. En muchos casos ni siquiera se preocupan de generar beneficios; al final se entra en una espiral de gasto desmesurado dedicado a aparentar lo más posible para así incentivar la compra. Se echa toda la leña al fuego, a la desesperada.

Al calor de la cancamusa los egos engordan una barbaridad, y eso es lo que a muchos nos toca las narices. Es normal que la directiva pretenda proyectar una imagen de éxito. Pero con frecuencia los empleados de chiringuitos se endiosan hasta el punto de no ver más allá de su propio centro de gravedad (localizado en el ombligo o en el agujero del culo, depende). “He triunfado, soy el más listo del pueblo”. Olvidan que el éxito no es sacarle unos millones al inversor; el éxito es devolverlos y que nos sobre pasta, que nuestro trabajo y talento se hayan traducido en ganancias. Pero no. Ellos se relamen gustosos el centro de gravedad, se consideran triunfadores, y tratan con cierto desdén a los que nos sudamos el jornal. Son arrogantes mientras dura la sopa boba; creen elevarse por encima de los mortales flotando en su nube de cancamusa. Se acaban creyendo la propaganda y, como Narciso, se enamoran de su reflejo en un PowerPoint y pierden absolutamente la perspectiva. Valga de ejemplo el comentario de nuestro amigo en Japón después de recibir una charla cancamusera del señor que regala routers“por la tarde llegó el mito [...] persona increíble de esas que desprenden un aura [...] habló durante una hora exacta y me hizo sentir como el protagonista de una novela de ciencia ficción que está en el momento justo en el lugar adecuado [...] os puedo asegurar que el mundo va a cambiar con Fon, quizás sea lo más interesante que está pasando ahora en toda Europa e incluso en todo el mundo. Chúpate esa.

Cuando regalar routers tuneados que se fabrican en Taiwán se considera “exportar alta tecnología española” es que ya se ha perdido el norte. Uno se deja llevar por los cantos de sirena hasta tal punto que ya es incapaz de aceptar la más mínima crítica aunque sea constructiva, esté respaldada por la experiencia y sea con la mejor intención (“cuidado con este, primo, que se sabe desde hace mucho de qué palo va”). Uno se aferra a su delirio y atribuye toda opinión contraria a la vil envidia, rechaza a las personas críticas y se rodea de crédulos y lameculos. Se vuelve paranoico e imagina conspiraciones y persecuciones: “me odian porque soy más guapo y más listo”. A los demás se los considera necios, y se aplica el “a palabras necias, comentarios moderados”. En esta tesitura se encuentra un elevado porcentaje de la web 2.0. Es casi locura colectiva, y la sintomatología es muy clara: si uno no soporta la crítica es que algo anda mal en la psique.

Total, que este asunto que nos venden como “empresa pionera líder en el sector, súper viable y chiripitifláutica se ve obligada a cerrar por un cúmulo de desafortunadas circunstancias impensables sumadas a la dificultad de conseguir financiación en este país de envidiosos hijos de puta”, una vez eliminada la cancamusa, se queda en un simple “empresa se pule cientos de miles de euros de inversión en cuatro años y no llega a conseguir beneficios”. Y encima tienen la desfachatez de pedir donaciones, como si fueran una ONG. Vamos hombre. Menuda forma de emprender. Ha fracasado la idea o no se ha llevado bien a cabo, punto. Si el producto es bueno, triunfar es fácil. Mobuzz no ha suscitado el suficiente interés, es así de sencillo. Estaba bien realizado, sí, pero un refrito de noticias interneteras que para cuando se ha terminado de grabar el noticiero ya son totalmente viejunas no es como para estar pegado a la pantalla esperando al nuevo programa. No sé más sobre la empresa, vi dos o tres programas y no me gustó el tema así que no volví a pasar por allí. La televisión 2.0 puede ser todo lo viable que sea, pero Mobuzz no era “la” televisión 2.0. Ha sido un intento con un contenido y un formato determinados, y no ha funcionado.

Es que muchos (malos) emprendedores piensan que el triunfo consiste en llegar los primeros. No señores, el triunfo consiste en hacerlo lo suficientemente bien. Es como si mañana yo me apresuro a apuntarme a un concurso de tango aunque no tenga ni puta idea, llego el primero a la pista y una vez allí me pongo a bailar como si tuviera un ataque epiléptico. Lo normal es que me descalifiquen, y es del género tonto congratularse de haber sido “un pionero”. Pero bueno, esa es la cultura del pelotazo. Apuntarse rápido a lo más novedoso y aparentar.

Señores, un poquito de humildad, que no pasa nada por reconocer que uno se ha equivocado. Este es un país de gente humilde que se solidariza con las personas humildes; nos rascamos la cartera y arrimamos el hombro por las buenas causas. No se nos caen los anillos por ir a ponernos hasta las cejas de chapapote cuando alguien ha sufrido un verdadero infortunio. Pero el mundo de los negocios es el mundo de los negocios: si te sale bien ganas pasta y si te sale mal la pierdes. Ya estamos hartos de que se pida independencia cuando todo va bien y solidaridad cuando todo va mal. La parte de mi salario que decido dedicar a causas solidarias va para Greenpeace y Amnistía Internacional, entre otras. También dono a veces a esos que se dedican a hacer software libre que me resulta útil o a esos otros que subtitulan mis series favoritas. A empresas que fracasan o especuladores a los que le sale el tiro por la culata, ni agua.

Y a todo esto, resulta que una vez barrida la cancamusa, nuestro experto en economía digital que tan claramente visualiza a que olerán las Blackberries del año 3000, es incapaz de anticipar el batacazo inminente de una empresa así tenga las cuentas en la mano y venga de cenar con el CEO. Un 10 de noviembre nos diceque “las microdonaciones y el fortísimo impacto del buzz generado [...] han posibilitado la llegada de opciones que antes parecían más alejadas en el tiempo [...] y que garantizan la continuidad de la compañía con un modelo de negocio viable como el que siempre tuvo: un modelo que, a pesar de lo que decían muchos agoreros y siniestros personajes malintencionados o directamente mentirosos, únicamente falló puntualmente debido a elementos coyunturales”. El día 24 iba todo Cristo a la calle, como pudo constatar unaintrépida reportera. Menudo auditor; como para tener a este pavo de asesor financiero, vaya. Es lo que pasa si pretendes ir de experto en finanzas cuando no eres más que otro de tantos comentaristas que se limita a explicar de la forma más críptica posible lo ya acontecido o a teorizar sobre lo que podría acontecer dentro de cien años: que haces el ridículo.

En fin. Este ha sido un año plagado de batacazos, lo que, a pesar de que piensen algunos, a la mayoría no nos divierte. Eso sí, tengo la agradable sensación de que, a costa de darnos de bruces con la realidad, estamos recuperando lentamente el sentido común. En breve todos los charlatanes habrán quedado en evidencia y no nos la volverán a dar con cancamusa.


Visto de nuevo en Alfredo De Hoces

Workflow de una tormenta de mierda: LAS PUNTOCOM


“Plantad la semilla de la avaricia en la infértil tierra de la estupidez y obtendreis la bella flor de la mierda”
(Confucio)

Todo comienza con el delirio de grandeza de algún enano mental que siempre envidió todo aquello que no se merecía. Tal vez un complejo de inferioridad crónico, tal vez haber vivido a la sombra de un hermano mayor al que todo le fue bien, o quizás demasiada televisión. El caso es que llega un fatídico día en que nuestro enano mental, con mucho esfuerzo, obtiene una licenciatura. Ese atardecer se sube a una loma, diploma en mano, el rojo crepúsculo a sus espaldas, levanta la vista y clama al cielo:

“¡¡A dios pongo por testigo de que algún día sere alguien!!… ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día daré conferencias!!… ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día tendre un armario lleno de trajes de Armani!!… ¡¡A dios pongo por testigo de que algún día, tomaré café con un presidente!!

Entonces se produce el milagro de la metamorfosis, pero al revés. En este caso muere una frágil mariposa y nace un capullo. Demos la bienvenida a Señor Don Capullo, visionario, emprendedor, director. Una corbata, un poco de fijador, un maletín negro con cierre dorado, una escoba por el culo. Se acaba de crear undesequilibrio en el sistema: el alter ego Don Capullo comprará cosas que enano mental no podrá pagar. Y hasta que alguien se de cuenta, se crearán deudas. Deudas que los de siempre tendremos que saldar.

Don Capullo es un tipo muy culto. Ha leído esa gran obra maestra de la literatura universal, “¿Quién se ha llevado mi queso?”. Le costó algún tiempo, pero entendió el mensaje: maricón el último y el que venga detrás, que arríe.

Don Capullo desea el queso. ¿Donde está ahora el queso? En internet. La semilla en forma de modelo de negocio ha sido plantada dentro del maletín negro; la flor de la mierda no se hará esperar. Ha nacido Smoke Solutions, ¡que empiece la función!

Lo siguiente es montar el escenario. Se alquila alguna jaula barata en cualquier zoológico tecnológico y se registra un dominio con gancho, algo que sugiera crecimiento, valor, futuro, en definitiva “ahora somos pequeños pero en breve duplicaremos su inversión”. Se recomienda darle un toque imperial (Roma, quizá Egipto) que sugiera grandeza cultural y una pincelada anglosajona que sugiera nueva tecnología. Entelequisys, Intelectis, Sinergius, Keopsolutions, Evolucius, Netsupreme… las combinaciones son infinitas.

Ahora se necesitan los actores. El actor ideal es aquel que realmente se cree su papel; los pollitos recien salidos del cascarón y los cuervos viejos y enfermos son los perfiles ideales. Don Capullo se rodeará de adeptos y les contará su verdad: “Yo soy el hijo del futuro, yo he visto la luz del mañana. Aquel que crea en mí hallará la vida eterna. Pero habreis de tener fé y nunca sucumbir a la tentación”. O sea, que mientras nos creamos el cuento tendremos un empleo para toda la vida (ja, ja) y si alguien alguna vez afirma “este tío no es mas que un enano mental y un farsante” le quemaremos en la hoguera. Es el demonio que se nos aparece en forma de programador listillo. Es el angel caído, que quería llegar más alto que dios.

La historia nos muestra lo efectivo de estas estructuras basadas en el “se cambia pan y consuelo por fé ciega”. Alguna va durando ya sus dos mil años.

Llega el día del gran estreno. Ya todos se saben sus papeles, que se repartieron en forma de Power Point, y les encantan. Aquel que compró el switch es el experto en redes inteligentes, el que arrancó el servidor el experto en desplegado de proyectos distribuidos, el que puso la “s” detrás del “http” nuestro experto en seguridad de la información, el que incluyó “encoding=UTF-8″ en el XML nuestroexperto en internacionalización, y el que escribió el JSP de mil líneas sin un soloinclude o usebean, nuestro Java Gurú. Nervios. Se levanta en telón. El público, los posibles inversores, abarrota la sala. Se apagan las luces, se enciende el proyector. F5, ver presentación.

Durante dos horas damos un paseo por el mañana. Automatización, inteligencia artificial, naves espaciales. Teléfonos móviles con videoconferencia holográfica en 3D. Teletransportadores dimensionales. Le posicionaremos en el futuro. Le acercaremos a sus clientes. Le alejaremos de sus competidores. Mas aún, ¡desintegraremos a sus competidores! ¡Le meteremos en la cama de sus clientes! ¡¡¡Duplicaremos, triplicaremos, MILLONIFICAREMOS SU INVERSION!!! ¿HASTA DONDE QUIERE LLEGAR?

Fin de la función. Aplausos, lágrimas de emoción. Algunos inversores ya se frotan las manos. Se rumorea que viene de incógnito el asesor financiero de un presidente que quiere invertir parte de los fondos públicos en mejorar la calidad vida de su país, tan sólo a cambio de un paquete de acciones a nombre de su cuñado que desviará el cinco por ciento de la inversión a manos amigas en el mismo instante de la salida a bolsa (a nadie le amarga una isla en el caribe; son las pequeñas ventajillas de sacrificar altruistamente la vida de uno en pos del bienestar del pueblo).

Rueda de preguntas. ¿De que color serán las naves espaciales? Platino con vetas doradas. ¿Que alcance tendrán los teletransportadores? De una punta a la otra del planeta en un nanosegundo combinando supercuerdas y agujeros de gusano. ¿Que autonomía tendrán los móviles holográficos? Ilimitada gracias a la fusión fría. ¿Y cómo van ustedes a hacer todo esto? pregunta alguien. Incómodo silencio.

Los pollitos y los cuervos miran a Don Capullo, que se pone en pie con su mejor sonrisa de autocomplacencia y les habla de las sinergias, las convergencias, David y Goliath, las pirámides, Apple y el garaje de Steve Jobs, Yahoo y la furgoneta de Jerry Yang y David Filo. La semilla está ahí -señala a su maletín negro-, sólo necesita ser regada.

Pues nada, como el que no quiere la cosa ya tenemos cincuenta milloncitos de euros en una cuenta en las islas Caimán. Ahora hay que agudizar el ingenio y empezar a trincar. Cada pellizco al saco hay que justificarlo, así que echémosle imaginación. El primer canal de desviación de fondos es el salario (ya me dirán ustedes si 8000 euros netos al mes no es un salario excesivo para una simple escoba engominada).

Pero al salario se acostumbra uno pronto, que el mantenimiento del mercedes es costoso y los chalets en la sierra no los regalan. Hay que trincar más y mejor. Aquí se usa el sencillo método del “donete egipcio”. Saca uno los donetes (esos cincuenta milloncitos de euros en las Caiman) y le salen amigos por todas partes. Un amigo que nos hace un software, otro que nos vende unos equipos, otro que nos decora las oficinas. Luego se pone uno en postura egipcia y con la mano de arriba le acaricia el lomo al nuevo amigo mientras que con la de abajo trinca uno la comisión en negro.

Si las comisiones se quedan cortas también puede uno comprarse directamente a sí mismo mediante empresas fantasma a nombre del primo Eustaquio. Ejemplos prácticos: proyecto de decoración de oficina (un cuadro y dos macetas), doce mil euros. Sistema de CRM (una base de datos en access hecha en una hora) cien mil euros. Suma y sigue.

Durante un tiempo la vida es maravillosa. Se dan conferencias, se lucen trajes de Armani, se toma uno algun café con el presidente. Escapadas a la sierra, al caribe, paseos en descapotable. Ahí va un triunfador. Pero los donetes no se multiplican. Un día, a alguien le pica el bolsillo y pregunta: “¿Dónde estan mis minolles?”. Se empieza a tirar del hilo y se llega al ovillo: el maletín. Enseñe usted sus cartas, Señor Don Capullo. Abra el maletín.

Don Capullo convoca una macro reunión. Empleados, asesores, directivos, inversores. No falta ni el primo Eustaquio. Se va a destapar la caja de Pandora. Don Capullo sube al estrado, coloca el maletín frente a un ventilador bien grande, marca la combinación, y abre.

Todos de mierda hasta las cejas. Ruedan cabezas, llueven sanciones, denuncias. Los peor parados son los pollitos, pues se les acaba el sueño del experto-en-derivación-de-forlayos. En la próxima empresa habrá que bajarse del burro, aprender a picar y sudar tinta. Algunos nunca lo superan.

Una vez desmontado el chiringuito y pasada la tormenta, hay que recuperar la pasta. Don Capullo se aferra al Santa Rita Rita, toda inversión es un riesgo”,y se lanza de nuevo a la búsqueda del queso, quizá en la patente de genes.

Así que lo de siempre. Se informa a la prensa del clásico “HAY CRISIS EN EL SECTOR”, “LA ECONOMIA ENTRA EN CICLO RECESIVO”, “ETAPA DE DESCONFIANZA”, etc. Que el inversor era un banco: se bajan los salarios y se suben los intereses. Que era una telefónica: se bajan los salarios y se suben los precios de la llamada. Nos jodemos los de siempre con el chantaje de siempre: o nos apretamos el cinturón o se cierra la empresa.

Hay un caso extremo: cuando se trata de los fondos públicos de un país y el trinque ha sido a gran escala, la flor de la mierda es regada en abundancia y finalmente da sus frutos: las cacerolas.


Visto en Alfredo De Hoces

lunes, noviembre 24, 2008

It will be...

Legen... wait for it!... Dary!
Legendary

Barney Stinson, HIMYM

Nuevos modelos de explotación humana

Granjeros en la realidad paralela

Apostado entre las ruinas de un viejo castillo, Li Qiwen pasa la noche matando monjes guerreros en los mundos de Azeroth. Uno tras otro, los cuerpos sin vida van arrojando al aire monedas y armas secretas que Li recopila cuidadosamente en su saco de pertenencias.

Li pasa doce horas al día, siete días a la semana, frente a la pantalla de un ordenador en un pequeño tugurio de Nanjing, en China. En cuanto termina su jornada, otro compañero se sienta en su silla, toma el control de su personaje y sigue matando monjes en el mundo virtual de World of Warcraft.

“A mis colegas y a mí”, explica otro jugador a The New York Times, “nos pagan por matar monstruos”. El negocio, conocido como “Gold farming” (cultivo de oro), emplea a unas 400.000 personas en todo el mundo y, según un estudio de la Universidad de Manchester, genera alrededor de 340 millones de euros de beneficios cada año.

Por cada cien monedas que arrebata a sus enemigos, Li recibe alrededor de 10 yuanes, una cantidad que apenas le da para sobrevivir. Su jefe, en cambio, obtendrá tres veces más dinero después de venderle las armas y monedas a algún jugador estadounidense o europeo que no tiene tiempo para conseguirlos por sí mismo en el juego.

A veces, mientras avanzan por extraños bosques en busca de criaturas a las que asaltar, el ataque de un monstruo aparentemente inferior provoca una conmoción inesperada. De pronto, sobre la pantalla aparece un mensaje que informa al granjero de los daños y de que debe recomenzar la partida. ¿Qué ha ocurrido? Un tercer jugador le ha atacado a traición.

El motivo está en el odio que muchos usuarios tienen a estos granjeros chinos, ya que consideran su forma de vida como una perversión del juego. En muchos foros es habitual los mensajes del tipo “Los granjeros chinos deben morir” y se organizan partidas de jugadores que acuden a las zonas frecuentadas por cultivadores para realizar una cacería.

Esta muerte virtual supone para muchos de estos granjeros un auténtico contratiempo, dado que la tarea de resucitar puede llevarles hasta diez minutos cada vez, y el patrón suele ponerlos en la calle cuando empiezan a fallar los resultados.

El conflicto ha llegado a tal extremo, que la discriminación empieza a estar organizada y muchos grupos de WOW realizan pruebas escritas para comprobar si los jugadores aspirantes son chinos y así negarles la entrada.

Nuevos modelos de explotación humana

Pero World of Warcraft no es el único juego masivo online (MMO) que genera este tipo de mercados. La posibilidad de adquirir armaduras, armas o pócimas secretas se repite a través de la red en todo tipo de juegos por más que los administradores traten de evitarlo. Y la economía virtual se extiende a otros ámbitos, como en el caso de la India, donde algunas empresas han comenzado a contratar a empleados para que resuelvan captchas las 24 horas del día con el fin de burlar los filtros contra el bombardeo de basura.

En realidad, se trata de la primera vez que un negocio virtual, con dinero de mentira, adquiere un valor tangible en el mundo real. Por eso el gobierno de China, que hasta ahora miraba para otro lado, acaba de anunciar que cobrará un impuesto del 20%- sobre estas transacciones, convirtiéndose en el primer gobierno del mundo que cobra un tributo por este tipo de actividad virtual.

Lamentablemente, la realidad paralela ha heredado algunos feos vicios como la vieja jerarquía del mundo real: los jugadores vietnamitas trabajan para los jugadores chinos y los jugadores chinos trabajan para los jugadores occidentales. Una rueda en la que los actores con menos recursos hacen el trabajo sucio de los acomodados a cambio de unas cuantas monedas de verdad.

Y el intercambio no se queda en armas y amuletos. Algunas avispados comerciantes viven incluso de suplantar al propio jugador y de cobrarle por vivir su vida virtual. Así, los negocios dedicados al denominado “Power leveling” (algo así como “aumento de nivel”) piden a los usuarios sus contraseñas y, a cambio de unos 300 dólares, se hacen cargo de su personaje hasta dejarlo en niveles que requerirían meses de juego.

Según cuenta The New York Times, Min Qinghai, otro de los jugadores atrapados en esta extraña espiral, ha muerto tantas veces en el juego que ni siquiera las puede recordar. Su vida se limita a un ir y venir por escenarios fantasmagóricos donde se enfrenta con monjes y monstruos a los que debe arrebatar el oro que otros gastarán. Después de dos años de partidas interminables, apenas ha salido de su barracón para algo que no sea tomar una comida rápida. Él, como otros de sus compañeros de juego, no tiene muchos sitios a dónde ir ni otra cosa en la que pensar. Al terminar la dura jornada de trabajo, muchos de estos jugadores se marchan a otros locales donde pasan el resto del día jugando nuevas partidas de WoW, perdidos y ensimismados en las lejanas llanuras de Azeroth de las que nunca conseguirán salir.

Lectura imprescindible: The Life of the Chinese Gold Farmer, Julian Dibbel (The New York Times)


Visto en Libro de Notas